La Heráldica

[fragmentos]

«. acamparán cada uno junto a su bandera,
bajo las enseñas de sus padres.»

Números 2.2

El Escudo de Armas es uno de los más interesantes y fascinantes temas entre los apasionados a la historia de su familia; y consecuentemente no podría dejar de serlo para los ZAYAS, quienes con ponderación insuperable, desde tiempo inmemorial se han preocupado por documentar su estancia en este mundo. Es motivo de curiosidad y todos deseamos ver y llegar a poseer un ejemplar de nuestra insignia familiar. Por alguna mística razón sentimos una sensación de fraternidad casi indescriptible al encontrarnos con algún pariente, por lejano que éste sea, que ostente un escudo igual al nuestro. Pues no es para menos. Los escudos de armas encierran entre sus cuarteles, sus colores y diseños, toda la historia de la familia.

En las próximas páginas trataremos a plenitud, el origen, las diferentes versiones y el significado de nuestro blasón; pero antes de adentrarnos en tan importantes pormenores, debemos tener una idea básica de lo que fue, lo que es y lo que representa un escudo de armas.

Desde muy temprano en el primer milenio los escudos de armas comienzan a cautivar el interés de los hombres de guerra, y ya por los siglos XVI y XVII ocupaban una posición histórica y representativa entre la nobleza. A principios del siglo XII, cuando la era de los caballeros armados, estando en el campo de batalla, debido a la semejanza de los yelmos y armaduras que portaban estos soldados, los cuales les cubrían de la cabeza a los pies, resultaba extremadamente difícil poder identificar quien era el enemigo o el compañero de lucha. Había que idear entonces algún medio que uniformemente los señalara, y así fue que alguno de esos caballeros tuvo la brillante idea de pintar coloridas insignias en sus escudos de guerra, que eran de metal y usualmente plateados. Eventualmente estas insignias se fueron popularizando y se comenzó a bordarlas en los abrigos o capas que se usaban encima de las armaduras. Incluso hasta los caballos lucían con esplendor elegantes trajes que ostentaban los colores de su amo.

Esta modalidad tan colorida, comenzó a popularizarse de tal manera y nuevos diseños surgían tan rápidamente, que pronto todos los caballeros, orgullosamente, lucían su elegante y pintoresca vestimenta. La proliferación de esta moda produjo la necesidad de crear medidas regulativas que evitasen que dos caballeros anduviesen vestidos con la misma enseña. A inicios del siglo XIII se comienza entonces a llevar un registro de cada caballero. A cada cual se le otorgaba el derecho exclusivo de sus «Armas», las cuales en corto tiempo se fueron convirtiendo en emblema familiar para identificar a toda la parentela del caballero que originalmente las portó. A estos registros se les llamó «Armoriales» y a los que rendían la tarea de diseñar y asentar los blasones en los registros se les conocía como «Blasoneros».

El «Heraldo», también conocido por «Embajador», además de su función de Mensajero Real, era el que servía de Corneta en las celebraciones o eventos deportivos llamados «Torneos» y «Justas», donde los caballeros demostraban con arte y destreza su habilidad en el uso de las armas. Después de sonar la corneta, el Heraldo magistralmente anunciaba la entrada de cada caballero y con gran magnificencia narraba las diferentes hazañas realizadas por el distinguido contendiente; seguidamente describía las «Armas» de este caballero que finalmente quedaban registradas en el archivo de dicho Heraldo; de ahí el nombre que se le asigna a la ciencia que conocemos por «Heráldica», y que a partir del siglo XIV comienza a establecer las reglas y leyes que controlaban el uso de los «Escudos de Armas», que cada día se hacían más y más elaborados. La responsabilidad de imponer este nuevo, necesario y riguroso control, le fue asignada al «Oficial de Armas», naciente oficio originado por la imperativa que marcaba esta nueva era y que ha perdurado hasta la actualidad con el nombre de «Rey de Armas».

Ya por el siglo XV, el otrora trompetista, que recién emprendía su escalada en el ámbito social, era quien controlaba totalmente el arte de los blasones, bajo su flamante título de «Rey de Armas». Solamente podían ostentar Escudos de Armas aquellos que lo hubiesen heredado por derecho atávico, o que por merced del rey se les otorgase; en dicho caso el «Rey de Armas» lo diseñaría de acuerdo a las reglas de heráldica ya existentes, y quedaría registrado en su armorial. El léxico heráldico usual era en idioma francés normándico, costumbre adoptada por haber sido este arte originario de esa tierra.

La elaboración de un escudo se compone de elementos principales, los propiamente armeros, dentro de su contorno: piezas, particiones y muebles; y los secundarios que son los que van en su exterior, en su mayor parte ornamentales, exceptuando las coronas y los yelmos. Sólo el escudo de un titular reconocido puede ir timbrado con su respectiva corona. El casco o yelmo, destinado a esta función de timbre desde el siglo XIV, fundamentalmente se ha dejado para representar a la nobleza llana. En los siglos XVII y XVIII se establece una gama de variaciones que identifican el rango o el título del poseedor. Su forma, su metal, el número de varillas de su visera y su postura sobre el escudo, diferencia la calidad del noble. Colocado en dirección del primer cuartel corresponde a un varón legítimo; en esta misma dirección, pero ligeramente terciado, es símbolo de hidalguía, o nobleza antigua; y mirando en sentido opuesto o «contornado» y algo aislado del blasón, puede denotar bastardía o que el escudo pertenece a una hembra, si el contorno es oval.

A partir del siglo XIV, a los matrimonios se les permitía combinar los escudos de ambos consortes y formar uno solo, quedando el escudo dividido en dos mitades llamadas «cuarteles». Mirándolo de frente, a la mitad de la izquierda nuestra, se le llama «Primer Cuartel» o «Parte Diestra» y a la otra mitad, «Segundo Cuartel» o «Parte Siniestra». Tradicionalmente las «Armas» del marido solían ponerse en el primer cuartel y las de la hembra en el segundo. Este nuevo diseño corresponde a sus hijos. En escudos más modernos, del siglo XVI en adelante, podremos apreciar múltiples divisiones o cuarteles, para indicar los diferentes apellidos de quien lo ostenta.

Para complicar más las cosas, más tarde, se permitió que diferentes ramas de una familia con deseo de diferenciarse unas de las otras, trocaran las piezas de su escudo conservando los mismos colores. Luego, el cambio de los colores conservando las piezas. Se permitió el aumento o disminución de las piezas, etc. Como consecuencia, al pasar varias generaciones y sucesivas alteraciones encontraremos miembros de una misma Casa con diferentes escudos. Este fenómeno se origina en el área anglofrancesa por ser donde más pugna hubo sobre el sentido personal de las armerías, tanto, que sólo los primogénitos heredaban las Armas íntegras, sin modificar. Pasa a España adoptando el nombre castizo de brisura, tomado del francés «briser» que significa romper.; donde primordialmente observaremos estas variantes en las líneas de segundones o bastardos. Por la confusión que esto causaba, pronto la costumbre cayó en desuso.

Existen en estos tiempos aproximadamente un millón de diferentes apellidos, de los cuales solamente unos 75,000 pueden ser asociados con algún escudo de armas. La antigüedad y la autenticidad de un escudo son factores sumamente importantes, ya que en los últimos siglos, especialmente a partir del XVII, las ínfulas de grandeza, la preponderancia y las ambiciones mercantiles dieron lugar a la creación de escudos exageradamente adornados, donde se denota la predominante vanidad y la soberbia de esa era; y para colmo contamos ahora con los mercaderes de escudos de los siglos XX y XXI, armeros de dudosa legitimidad, totalmente comercializados, que inventan significados a los colores para tratar de convencer a sus clientes.

A los ZAYAS nos honra el gran privilegio de, legítimamente, poder ostentar uno de los escudos más primitivos y puros, supremamente vinculado durante más de mil años de historia, con los más nobles linajes de toda la península española. Este escudo nuestro, a través de varios siglos ha sufrido diferentes cambios. Pudo haber sido por erradas interpretaciones al momento de reproducirlo, o quizá, pudiéramos imaginarnos que diferentes ramas de la familia lo intentaron así para distinguirse unas de las otras. También, sin temor a errar, pudiéramos inclinarnos a pensar, que estos cambios hayan sido simplemente el producto de un proceso evolutivo, conjunto de todas las razones anteriormente mencionadas, cosa inevitable, ya que esta tradición ha sido transmitida de generación en generación, fundamentalmente por la vía oral; y acompañada de un poco de mitología, cosa muy común en la época medieval. En la mayoría de los casos, en la antigüedad como ahora, tampoco debemos descartar el desconocimiento de la ciencia heráldica, lo cual tiene que haber representado un papel muy importante en esta metamorfosis. En todo caso, éstas son meras especulaciones. En realidad carecemos de elementos de juicio para aseverar, cómo, cuándo y por qué ocurrieron estos cambios; y sólo podremos concluir inteligentemente con este dilema, después de haber estudiado esta materia, profunda y sistemáticamente, después de agotar con tesón y perseverancia todas las fuentes disponibles.

Aunque todos los escudos descritos por las fuentes consultadas son de singular parecido, las discrepancias existentes entre los eruditos de este tema son de notable variedad. A continuación citaremos las descripciones que dan algunas de estas diferentes fuentes que consultamos y de ahí tomaremos nuestra determinación:

¿Cuáles son las fuentes… qué dicen? ¡Entérese!

No deje de disfrutar tan extenso ensayo que por primera vez sale a la luz sobre la emblemática de este vetusto linaje.

Después de años de concienzudo estudio, el autor nos presenta claras y definitivas conclusiones sobre este controversial tema.